Las Treinta y Seis Lecciones de Vivec
TES: Online Edition
Game Version: 9.2.7
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Sermón Veintiocho
Entonces Vivec dejó que Seht cuidara del demonio de cabeza de cúpula y regresó al espacio que no era un espacio. Desde la Casa Provisional observó el mundo intermedio para encontrar al quinto monstruo, el Hombre Rojizo.
Cuando los dreugh gobernaban el mundo, el príncipe daedroth Molag Bal ya había sido su jefe. Después adoptó una forma diferente, espinosa y blindada, y se dirigió hacia el mar. Vivec, al dar a luz a los numerosos vástagos de su matrimonio, había dejado caer una vieja imagen de Molag Bal en el mundo: un caparazón de memoria muerto. Si un niño velothi no hubiera decidido llevarlo para impresionar a su aldea, nunca habría sido un monstruo.
El Hombre Rojizo era el menos complicado de los ocho monstruos. Hacía que aquellos que lo llevaban se convirtieran en asesinos poderosos, pero nada más. Existía en lo físico. Solo la geografía lo hacía especial.
Cuando Vivec lo encontró cerca de la aldea del muchacho, que más adelante se conocería como Gnisis, hubo un violento enfrentamiento y una agitación en la tierra. Su lucha creó la Hendidura Oeste. Los errabundos que visitan el lugar todavía pueden oír los sonidos: la espada a través de la corteza, el gruñido de Dios, el restallido de las piernas partidas de su hijo monstruo…
Tras la victoria, Vivec llevó el caparazón del Hombre Rojizo a los dreugh que habían modificado a su madre. La reina de los dreugh, cuyo nombre no es fácil de deletrear, se encontraba en un periodo de autoincubación. Sus guardianes agarraron el regalo de Vivec y prometieron protegerlo del mundo de la superficie. Este es el primer hecho registrado de que los dreugh son unos mentirosos.
Diez años después, el Hombre Rojizo volvió a aparecer, esta vez cerca de Lágrima, que estaba consumida por un chamán caprichoso que seguía la Casa de los Problemas. En vez de protegerla, los dreugh habían imbuido la armadura viviente de inflexibilidad mítica. Mudó poco después de envolver al chamán con habilidades y estiró sus huesos hacia las cinco esquinas.
Cuando Vivec volvió a enfrentarse al monstruo en combate, vio los restos de las tres aldeas que goteaban de sus pies. Adoptó su forma de gigante y mató al Hombre Rojizo mediante el Collage simbólico. Como ya no confiaba en los altmer del mar, Vivec entregó el caparazón del monstruo a los míticos devotos y leales de la Sala de los Números, y les dijo:
«Podéis hacer del Hombre Rojizo una armadura de filósofo».
Los místicos envolvieron a todos sus sabios en los caparazones, una serie de florituras por parte de dos supranumerarios, uno hormonalmente alto y otro que le llegaba por debajo de los brazos. Corrieron alrededor del caparazón y a través de sí mismos, aplicando resina sagrada extraída de las carcasas de los números doce y trece, ahora inútiles. Clavaron rápidamente pajitas doradas a través de la epidermis mítica para que el sabio pudiera respirar. Tras dibujar los grabados ceremoniales en la resina endurecida, las largas listas de nombres muertos y las ecuaciones cuyas soluciones se encontraban en la boca de los chimer del interior, llegaron las iluminaciones, inscritas por la brillante y terrible uña de Vivec. De la punta de la uña fluía un líquido abrasador que llenaba los surcos de los grabados ceremoniales. Se desangraron para formar patrones veteados sobre el sabio cascarón que los teólogos descifrarían eternamente.
El fin de las palabras es ALMSIVI.