The 36 Lessons of Vivec

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Las Treinta y Seis Lecciones de Vivec

TES: Online Edition

Game Version: 9.2.7
Note: An archive of the original contents of the current versions of the complete text.


Sermón Veinticinco

La escritura de la ciudad:

«Todas las ciudades nacen de la sólida luz. Así es mi ciudad, su ciudad».

«Pero cuando la luz remite, revela al brillante y terrible ángel de Veloth. Está en su forma prequimérica, Vehk demoníaco, demacrado, pálido y hermoso, con la piel fina dolorosamente estirada sobre huesos de pájaro y serpientes emplumadas alrededor de los brazos. Sus alas se extienden tras él, sus extremos rojos y amarillos se asemejan a unas cuchillas bajo el sol. La masa difusa de su cabello de fuego flota como si estuviera bajo el agua, lechosa en la corola de luz que adorna su cabeza. Su presencia es innegable y el miedo, imposible de soportar».

«Esta es la ciudad de Dios, distinta a las demás. Las ciudades de los países extranjeros hacen que sus ciudadanos duerman y caminen hacia el Oriente herido por la estrella para rendirme homenaje. La capital de los hombres del norte, cubierta por el hielo de eones, se inclina ante Vivec la ciudad, ella y yo juntos».

«Las calles del pensamiento propio se precipitan por la sangre del túnel. Me he reconstruido a mí mismo. Las señales hiper oculares a lo largo de mi brazo de tránsito pronto serán un mar interior. Mi cuerpo se arrastra mientras todos se reúnen para ver cómo me alzo como un instrumento monolítico del placer. Mi columna es la carretera principal que conduce a la ciudad que soy. Transacciones infinitas toman forma en las venas y en las pasarelas, y el trasiego sin fin mientras las recorren, las atraviesan y se unen a mí. Hay templos erigidos a lo largo de la cavidad de mi cráneo y los llevaré siempre como corona. Pasea por los labios de Dios».

«Me incorporan nuevas puertas y me convierto sin esfuerzo en transmortal, con sus idas y venidas, con el calor de las zancadas del mercado donde me intercambian, el sonido de los gritos de los niños que juegan, se burlan, se divierten, se desean, se pagan con la moneda local, recién acuñada con mi rostro a un lado y mi ciudad-cuerpo en el otro. Miro a través de cada nueva ventana. Pronto me convertiré en un insecto de un millón de ojos que sueña».

«Las trompetas de guerra chispean en rojo y suenan como el ganado en la caja torácica del tránsito mezclado. Los herejes son destruidos en las rodillas de la plaza. Me inundo en las colinas, las casas se elevan como un sarpullido y nunca me rasco. Las ciudades son los antídotos de la caza».

«Levanto faroles para iluminar mis cavidades, presto cera a los miles de candeleros que llevan mi nombre una y otra vez, el nombre innumerable, el que encierra mantra y sacerdote. Dios-ciudad, aquel que llena cada rincón con el nombre que nombra, la lengua fluvial que rueda, da vueltas y fluye riendo con las pisadas, apareándose, vendiendo, robando y buscando, no os preocupéis los que camináis conmigo. Este es el esquema del florecimiento de Aurbis. Esta es la promesa del PSJJJJ: huevo, imagen, hombre, dios, ciudad y estado. Sirvo y me sirven. Estoy hecho de alambre y cuerda mortero y accedo a mi propio precedente, un mundo sin ser».

El fin de las palabras es ALMSIVI.