Las Treinta y Seis Lecciones de Vivec
TES: Online Edition
Game Version: 9.2.7
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Sermón Veintidós
Entonces, Vivec abandonó la Escuela Giratoria y regresó al espacio que no era un espacio. Desde la Casa Provisional observó el mundo intermedio para encontrar al segundo monstruo, que se llamaba la Espada de Madera del Tesoro. A los pocos años del banquete de granadas se había convertido en una melodía aleccionadora para las casas velothi inferiores que predicaban su poder:
«¡La Espada de Madera del Tesoro, astilla brillante de lo alto y lo glorioso! Aquel que la blande se conoce a sí mismo!».
El poeta guerrero apareció como una visita en la alcoba de los ancestros de la Casa Mora, cuyo príncipe de las guirnaldas, desgastado por las rosas, se convirtió en un héroe contra los demonios del norte. Vivec se congregó con los huesos y dijo: «Un carroñero no puede adquirir un fajín de seda y esperar descubrir los grandes sistemas de su predecesor. La verdadera alegría solo la experimentan aquellos que lloran. Devolvedme (y hacedlo libremente) aquello que sea estéril de mi matrimonio y no os borraré del reino del pensamiento de Dios. Vuestra línea cuenta con una notable hechicera a la que mi hermana Ayem tiene mucho cariño y solo por su tenebrosa sabiduría transijo en preguntar».
Un caminante de huesos emergió de la pared. Tenía tres piedras preciosas engarzadas en la mandíbula inferior, una práctica mágica de tiempo antiguos. Una era un ópalo, del color de los ópalos. El caminante de huesos se inclinó ante el príncipe en el aire y dijo:
«La Espada de Madera del Tesoro no abandonará nuestra casa. Se hizo un trato con la Mano Negra, Mephala, la sombra mayor».
Vivec besó la primera piedra preciosa y le dijo:
«Imagen animal, caminante tosco, regresa a la lámpara que permanece encendida en el agua y no guardes más mensajes de ruido inútil. Abajo».
Besó la segunda piedra preciosa y le dijo:
«Residuo orgulloso, pronto dispersado, no sirvas a ninguna garantía hecha en mi imagen anterior y no pidas nada por debajo de su piel. Soy el eterno amo. Abajo».
Finalmente, besó el ópalo y dijo:
«Abajo te llevo».
Entonces, Vivec se retiró a los lugares escondidos y encontró a las madres más oscuras del Morag Tong, las tomó a todas por esposas y las llenó de una lealtad sin polvo que sabía a la sal del verano. Se convirtieron en reinas negras, que dieron vida gritando a cien hijos asesinos, a mil brazos asesinos y a cien mil manos asesinas, un enorme acontecimiento de empujones, masacres y risas que se movía por los callejones, los palacios y los salones secretos. Sus movimientos por los dominios de los Ra’athim parecían extremos ondulados, agitados entre los tiempos donde todos los destinos conducían a cuchillos deglutidos, a asesinatos como quejas y a la sagrada eliminación de la violación de la muerte húmeda.
El rey de los asesinos presentó ante Vivec la Espada de Madera del Tesoro y le dijo:
«Mi señor, el príncipe de la Casa Mora ahora también te aprecia. Lo he colocado en el Rincón de Dagon. He prendido sus ojos con una oración de fuego para los malvados y he llenado su boca de pájaros».
El fin de las palabras es ALMSIVI.