The 36 Lessons of Vivec

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Las Treinta y Seis Lecciones de Vivec

TES: Online Edition

Game Version: 9.2.7
Note: An archive of the original contents of the current versions of the complete text.


Sermón Diecisiete

«Soy un atlas de humo».

Con esto, Vivec se volvió más grande de lo que jamás había sido. Eran días de Resdaynia, cuando los chimer y los dwemer vivían bajo el sabio y benevolente mandato del ALMSIVI y su campeón, el hortator.

«Buscadme sin esfuerzo, pues adopto muchas formas».

El hortator seguía intentando someter a los cielos con su hacha. Fue expulsado de la biblioteca del sol por el poder de Magnus. Vivec lo encontró en un campo de larvas situado más allá de los terrenos pantanosos de la Llanura de Deshaan. Caminaron un rato en silencio, pues Nerevar se sentía humillado y Vivec todavía tenía la piedad en su mano.

Pronto estuvieron caminando por el mar oriental en dirección a la tierra de las serpientes y los demonios. Vivec quería mostrarle al hortator los estilos de combate de las lenguas extranjeras. Aprendieron el golpe idiomático del libro almohada del rey tsaesci, el cual está moldeado como el conocimiento de esta página. Las serpientes tsaesci juraron vengarse de occidente al menos tres veces.

Siguieron adelante y vieron las aguas con púas del límite del mapa. Aquí, el espíritu de las limitaciones les concedió un radio y les invitó a encontrar el resto de la rueda.

El hortator dijo: «El límite del mundo está hecho de espadas».

Vivec lo corrigió: «Es la hilera inferior de dientes del mundo».

Caminaron hacia el norte del bosque antiguo, donde no encontraron más que reyes barbudos helados.

Llegaron al oeste, donde vivían los hombres negros. Estudiaron durante un año con los santos de la espada y Vivec les enseñó la virtud de la pequeña recompensa durante otro año más. Vivec eligió a un rey como esposa y creó otra raza de monstruos que acabaron destruyendo occidente por completo. Vivec le dijo a un jefe guerrero:

«No podemos actuar y hablar como si estuviéramos dormidos».

Nerevar quiso saber si había algo que aprender en el sur, pero Vivec permaneció en silencio y se limitó a regresar a la Montaña Roja.

«Aquí está lo último de lo último», dijo Vivec. «El sharmat espera en su interior».

Pero ambos sabían que no era el momento adecuado de enfrentarse al sharmat, así que lucharon entre sí. Vivec marcó al hortator para que todos lo vieran y selló la herida con la bendición de Ayem-Azura. Al final de la batalla, el hortator descubrió que había conseguido siete radios más. Intentó unirlos y formar un bastón, pero Vivec se lo impidió, diciendo: «Ahora no es el momento».

Nerevar preguntó: «¿Dónde los he conseguido?».

Vivec dijo que los había ido recogiendo por todo el mundo, aunque algunos habían llegado de forma casi imperceptible. «Yo soy la rueda», dijo entonces, y adoptó esa forma. Nerevar colocó las voces antes de que el vacío del centro se demorara demasiado.

El fin de las palabras es ALMSIVI.