The 36 Lessons of Vivec

rendered in markdown with verse numbers and rubrics


Home  ∇  TES:III Edition  ∇  TES:Online Edition  ∇  Traditional Edition  ∇  Misc

Las Treinta y Seis Lecciones de Vivec

TES: Online Edition

Game Version: 9.2.7
Note: An archive of the original contents of the current versions of the complete text.


Sermón Dieciséis

El hortator deambuló por el Bastión del Pesar, luchando con las lecciones que había aprendido. Se escurrían por su mente. No siempre conseguía mantener las palabras en orden y sabía que eso era un peligro. Fue en busca de Vivec, su señor y maestro, la gloria de la imagen de Veloth, y lo encontró en el templo del Pensamiento Falso, donde unas cizallas mecánicas le estaban cortando el pelo. Un rey mendigo había traído su telar y estaba creando con el pelo un mapa incompleto de la vida adulta y la muerte.

Nerevar dijo: «¿Por qué haces esto, mi señor?».

Vivec respondió: «Para hacerle sitio al fuego».

Y el hortator pudo ver que Vivec estaba fuera de sí, pero no por el nuevo poder inminente. El poeta guerrero dorado también había estado ejercitando su rostro de agua que había aprendido de los dreugh antes de nacer.

Nerevar le preguntó: «¿Esto es para protegerte del fuego?».

Y Vivec respondió: «Es para poder ver la verdad. La verdad y mi lugar, aquí en el altar de Padhome en la casa del Pensamiento Falso, me permiten ver más allá de mis propios secretos. El rostro de agua no puede mentir. Procede del océano, que está demasiado ocupado como para pensar, y ya ni hablemos de mentir. El agua en movimiento se asemeja a la verdad en su temblor».

Nerevar dijo: «Temo volverme descuidado en mi pensamiento».

«En ese caso, alcanza el cielo mediante la violencia», replicó Vivec.

Para acallar su mente, el hortator eligió un hacha de la armería. Le puso un nombre y se fue a la primera luna.

Allí, el Parlamento de los Cráteres recibió a Nerevar, pues lo conocían por su título y se sentían molestos por su presencia al estar destinado a ser un rey soberano de la tierra y encontrarse en un reino lunar. Se movieron a su alrededor en un patrón de emboscada.

Estas fueron sus palabras: «La luna no reconoce las coronas ni los cetros. Ni tampoco a los representantes de los reinos de abajo, ya sean leones, serpientes o matemáticos. Somos las tumbas de aquellos que migraron y se convirtieron en países antiguos. No queremos reinas ni tronos. Tu aspecto es ciertamente solar o, lo que es lo mismo, una biblioteca de ideas robadas. Nosotros no somos lágrimas ni pesar. Nuestra revolución triunfó tal y como estaba escrito. Tú eres el hortator y no eres bienvenido».

Y así, Nerevar usó su arma contra los fantasmas de la tumba hasta que se quedó sin aliento y el Parlamento no pudo establecer nuevas leyes.

«Yo no soy como los esclavos que mueren», dijo entonces.

Solo unos pocos miembros del Parlamento sobrevivieron al ataque del hortator.

Un cráter superviviente dijo: «La apropiación no es ninguna novedad. Todas las cosas ocurren porque sí. Este motivo no está desvinculado de los mitos heroicos. No actúas con un impulso creativo, caes por el peso del destino. Somos tumbas, pero no ataúdes. Debes entender la diferencia. No has hecho más que cavar, pero no has suministrado fantasmas para que residan en su interior. Lo más importante de tu reivindicación es el predominio de los eventos frágiles. Ser juzgado por la tierra es sentarse en un trono de maravillas. Sin embargo, si nos causas más daño, no encontrarás nada más que la ausencia de nuestros muertos».

El fin de las palabras es ALMSIVI.