Las Treinta y Seis Lecciones de Vivec
TES: Online Edition
Game Version: 9.2.7
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Sermón Catorce
Vivec yació con Molag Bal durante ochenta y ocho días, pero sin cabeza. Durante ese tiempo, el príncipe volvió a dejar los pies del poeta guerrero en su sitio y los llenó con la sangre de los daedra. De este modo, la forma de gigante de Vivec fue por siempre inocua para la buena tierra. El banquete de granadas trajo a muchos espíritus de los muertos para que los hijos y las hijas de la unión disfrutaran de una gran variedad de comida, además de la fruta.
El duque de los diablillos llegó durante el banquete y Molag Bal contempló los siete banderines con ira. El rey de las violaciones se había vuelto necesario y, por lo tanto, problemático para el resto de los tiempos. Sus legiones y Kh-Utta iniciaron un conflicto abierto, pero los hijos de Molag Bal y Vivec estaban demasiado desarrollados en cuanto a poder y en forma.
Por lo tanto, el duque de los diablillos se convirtió en algo inferior, al igual que todos sus hijos. Molag Bal les dijo: «Sois los hijos de mentirosos, de perros y mujeres con cabeza de lobo». Desde entonces es inútil invocarlos.
Vehk, el santo, por fin regresó dorado en su sabiduría. Su cabeza descubrió que su cuerpo se había utilizado con suma ternura. Cuando se lo comentó a Molag Bal, este le dijo que debía agradecérselo a los barones de Muévete Así, «pues yo todavía tengo que aprender a refinar mi arrebato. Mi amor tiene la forma accidental de una lanza».
Así que Vivec, que tenía un grano de la misericordia de Ayem, se dispuso a enseñar a Molag Bal los caminos de la magia del vientre. Agarraron sus lanzas y las compararon. Vivec mordió nuevas palabras en el rey de las violaciones para que llevara algo más que la ruina a los no iniciados. Desde entonces, esto se ha convertido en un ritual prohibido, aunque la gente todavía lo practica en secreto.
Y esta es la razón: los velothi, los diablillos y los monstruos que estaban observando agarraron sus propias lanzas. Hubo muchos mordiscos y la tierra se humedeció. Y esta fue la última risa de Molag Bal:
«¡Observa cómo se agrieta la tierra, pesada con tanto poder, debería haber sido siempre desigual!».
Entonces, aquella extensión de tierras baldías que había sido el lugar de la boda, se fragmentó y expulsó fuego. Y surgió una raza que ya no existe, pero que en su momento fue terrible de contemplar. Había nacido de los mordedores y eso era lo que hacía, corría desbocada por las tierras de Veloth e incluso las orillas de la Montaña Roja.
Pero Vivec hizo de su lanza algo más terrible, a partir de un secreto que le había arrancado de un mordisco al rey de las violaciones. Y así envió a Molag Bal rodando a la grieta de los mordedores y juró para siempre que no volvería a considerar bello al rey.
Vivec lloró mientras mataba a todo aquello que lo rodeaba con su nueva y terrible lanza. La llamó MUATRA, que significa «arrebatadora de leche», e incluso los místicos chimer conocieron su furia. Todos aquellos a los que Vivec golpeó entonces se volvían estériles y se marchitaban en forma de hueso. La senda de los huesos se convirtió en una condena que leían las estrellas y, desde entonces, los cielos no han vuelto a conocer niños. Vivec dio caza a los mordedores, uno a uno, así como a toda su progenie. Los mató por medio de las Nueve Aperturas, y los sabios siguen ocultando la suya a Muatra.
El fin de las palabras es ALMSIVIT.