Las Treinta y Seis Lecciones de Vivec
TES: Online Edition
Game Version: 9.2.7
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Sermón Cinco
Finalmente, el simulacro de la esposa del pastor de netch se volvió inestable. Los dwemer, en su precipitación, lo habían construido burdamente y las cenizas de la Montaña Roja ralentizaron sus tendones morados. Poco después cayó de rodillas junto al camino que conducía a las tierras de los Indoril y se derrumbó. Una caravana de mercaderes que se dirigía a la capital de Veloth, conocida también como Almalexia, la descubrieron ocho días después.
Vivec no había estado entre su pueblo durante todos los días de su previda, así que permaneció en silencio y dejó que los chimer de la caravana pensaran que el simulacro estaba roto y vacío. Un guerrero chimer que protegía la caravana dijo:
«He aquí un ejemplo de cómo intentan engañarnos siempre los dwemer, creando metales de carne a nuestra imagen y semejanza. Deberíamos llevarlo a la capital y enseñárselo a nuestra madre Ayem. Querrá ver esta nueva estrategia de nuestros enemigos».
El capitán mercader replicó:
«Dudo que nos paguen bien por el esfuerzo. Conseguiremos más dinero si paramos en Noormoc y se lo vendemos a las Esposas Rojas de Dagon, que pagan bien por las maravillas que fabrica el Pueblo Profundo».
Pero otro chimer, que conocía bien los caminos de la profecía, observó el simulacro con inquietud.
«¿Acaso no se me contrató para ayudarte a buscar las mejores fortunas? Yo digo que deberías hacer caso a tu guerrero y llevárselo a Ayem, pues, aunque haya sido fabricado por nuestros enemigos, hay algo en él que se convertirá en sagrado, si es que no lo es ya».
El capitán mercader se detuvo entonces y observó el simulacro de la esposa del pastor de netch. Aunque siempre prestaba atención al consejo de sus videntes, no podía dejar de pensar en los beneficios que obtendría en Noormoc. Sobre todo pensaba en la recompensa habitual de las Esposas Rojas, una magia de vientre que no se conocía en ningún otro lugar bajo las lunas. La lujuria le impulsó a darle la espalda a Ayem, su madre, y dio la orden de cambiar el rumbo hacia Noormoc».
Antes de que la caravana pudiera ponerse de nuevo en marcha, el guerrero chimer que había aconsejado viajar a la capital le tiró su dinero al capitán mercader y le dijo:
«Te pagaré por el simulacro y te advierto de lo siguiente: los hombres greñudos del norte traen la guerra y no permitiré que mi madre Ayem tenga que enfrentarse a un enemigo mientras se ocupa de otro».
El capitán mercader replicó: «Nerevar, esto no es suficiente. Soy trino a mi manera, pero sigo el camino de mi cuerpo y exijo más».
Entonces, Vivec no pudo seguir callado más tiempo y pronunció estas palabras en la cabeza de Nerevar:
«Puedes oír las palabras, así que huye.
Ven, hortator, desdóblate en un claro desconocido,
guarda silencio hasta que hayas dormido en el ayer.
Y no pronuncies elegías por la piedra fundida».
Así, Nerevar mató al capitán mercader y se puso al mando de la caravana.
El fin de las palabras es ALMSIVI.